segunda-feira, 10 de agosto de 2009

bibliotecas conjecturadas (1): "prosa del observatorio"



"Esa hora que puede llegar alguna vez fuera de toda hora, agujero en la red del tiempo,
esa manera de estar entre, no por encima o detrás sino entre,
esa hora orificio a la que se accede al socaire de las otras horas, de la incontable vida con sus horas de frente y de lado, su tiempo para cada cosa, sus cosas en el preciso tiempo,
estar en una pieza de hotel o de un andén, estar mirando una vitrina, un perro, acaso
teniéndote en los brazos, amor de siesta o duermevela, entreviendo en esa mancha clara la puerta que se abre a la terraza, en una ráfaga verde la blusa que te quitaste para darme la leve sal que tiembla en tus senos,
y sin aviso, sin innecesarias advertencias de pasaje, en un café del barrio latino o en la última secuencia de una película de Pabst, un arrimo a lo que ya no se ordena como dios manda, acceso entre dos ocupaciones instaladas en el nicho de sus horas, en la colmena día, así o de otra manera (en la ducha, en plena calle, en una sonata, en un telegrama) tocar con algo que no se apoya en los sentidos esa brecha en la sucesión, y tan así, tan resbalando, las anguilas, por ejemplo, la región de los sargazos, las anguilas y también las máquinas de mármol, la noche de Jai Singh bebiendo un flujo de estrellas, los observatorios bajo la luna de Jaipur y de Delhi, la negra cinta de las migraciones, las anguilas en plena calle o en la platea de un teatro, dándose para el que las sigue desde las máquinas de mármol, ese que ya no mira el reloj en la noche de París; tan simplemente anillo de Moebius y de anguila y de máquinas de mármol, esto que fluye ya en una palabra desatinada, desarrimada, que busca por sí misma, que también se pone en marcha desde sargazos de tiempo y semánticas aleatorias, la migración de un verbo: discurso, decurso, las anguilas atlánticas y las palabras anguilas, los relámpagos de mármol de las máquinas de Jai Singh, el que mira los astros y las anguilas, el anillo de Moebius circulando en sí mismo, en el océano, en Jaipur, cumpliéndose otra vez sin otras veces, siendo como lo es el mármol, como lo es la anguila: comprenderás que nada de eso puede decirse desde aceras o sillas o tablados de la ciudad; comprenderás que sólo así, cediéndose anguila o mármol, dejándose anillo, entonces ya no se está entre los sargazos, ..hay decurso, eso pasa: intentarlo, como ellas en la noche atlántica, como el que busca las mensuras estelares, no para saber, no para nada; algo como un golpe de ala, un descorrerse, un quejido de amor y entonces ya, entonces tal vez, entonces por eso sí.
Desde luego inevitable metáfora, anguila o estrella, desde luego perchas de la imagen, desde luego ficción, ergo tranquilidad en bibliotecas y butacas; como quieras, no hay otra manera aquí de ser un sultán de Jaipur, un banco de anguilas, un hombre que levanta la cara hacia lo abierto en la noche pelirroja. Ah, pero no ceder al reclamo de esa inteligencia habituada a otros envites: entrarle a palabras, a saco de vómito de estrellas o de anguilas; que lo dicho sea, la lenta curva de las máquinas de mármol o la cinta negra hirviente nocturna al asalto de los estuarios, y que no sea por solamente dicho, que eso que fluye o converge o busca sea lo que es -y no lo que se dice: perra aristotélica, que lo binario que te afila los colmillos sepa de alguna manera su innecesidad cuando otra esclusa empieza a abrirse en mármol y en peces, cuando Jai Singh con un cristal entre los dedos es ese pescador que extrae de la red, estremecida de dientes y de rabia, una anguila que es una estrella que es una anguila que es una estrella que es una anguila."

(Julio Cortázar)

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Ler Julio Cortázar é estar consigo na imagem de si mesmo. Sua prosa observa ao ser observada. Desde logo vê-se o Moebius infalível, a impossibilidade de um espaço que é dentro e fora ao mesmo tempo. Ou melhor, sendo fora é já o dentro. Não há binarismos na colcha que molda o discurso literário aqui. Desse modo, a imagem da angústia é o que sobrevém. Somos invadidos de nosso real com a imagem da palavra, adentrando o locus do sultão. Há, por isso, fluxos metafóricos no qual a palavra é busca por trás de si e em si - na migração do verbo. O tempo aqui adverte e, com isso, a pulsão de morte sobrevive à imposição da escritura. O poema é buraco - "aquilo que faz furo no real", diz Lacan acerca do simbólico - no tempo, esse fundamento abrangente do amor e do transitoriamente. O dia é marca de palavra no texto e nas fotos de Cortázar. Nesse sentido, há lastros deixados pela imagem nas linhas astrológicas do observatório. Enguias que perpassam as páginas e traços seguidos pelo sol. O olho que vê é visto e lê no tremor erótico daquelas estrelas, palavras - mais que acasos. As imagens são nítidas: tudo teatro montado pelo ritmo. A angústia, portanto, poderia ser definida nessa leitura de Prosa del observatorio, como "nada disso pode ser dito", ou seja, há apenas mármore e enguia, dizendo (que é...) sim às metáforas.

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